FOTOS DE ALBACETE

Datos personales

Mi foto
Albacete, Castilla La Mancha, Spain

viernes, 9 de abril de 2010

D. Quijote y Sancho en el Virreinato del Perú


En un lugar de los Andes peruanos, entre la blanca ciudad de Arequipa y la nobleza del Cusco, nadie sabe cómo y casi por arte de magia, apareció D. Quijote a lomos de su noble "Rocinante", le seguía su fiel Sancho, que montaba su resignado asno.

>D. Quijote_ Amigo Sancho: quiera Dios que sea por obra divina, que estemos los dos entre estas montañas colosales, sorteando ríos por puentes que se mantienen en pie por la fuerza de los espiritus celestiales, pues sus piedras ya cansadas no soportarían ni el leve peso de mi triste figura, buscando desventurados que socorrer en estos reinos que se llaman del Perú. Quieran los santos, que no se trate de otro de los encantamientos del malvado Merlin, fruto de sus bajos sentimientos de venganza y llevado sin duda por la envidia de mis gloriosas azañas al otro lado de los mares, que han sido cantadas y contadas tanto por los valerosos caballeros con los que me enfrenté y probaron la fría medicina de la derrota, como por los humildes labriegos de La Mancha, que las oyeron contar por los caminos y posadas del Reino de las Españas, e incluso de media Europa.

>Sancho- Mi señor: por una vez, paréceme que tiene vuestra merced razón y hallarnos en estos lugares extraños, poblados de gentes pequeñas como duendes, donde las ovejas tienen el pezcuezo tan largo como las caballerías, y los pájaros son tan grandes, que con uno sólo de sus huevos, se podrían hacer varias tortillas y dar de almorzar a una cuadrilla entera de vendimiadores, no puede ser, sino fruto de un encantamiento, o que el vino que anoche bebimos en la mala posada nos sentó mal, o que de tantas leguas cabalgadas, nos estemos alejando de este mundo y entrando en otro desconocido hasta hoy por los mortales.

PAISAJES DE LORCA


Geometría obtusa de tus labios, brillando en la infinita soledad del universo.
Lejos, o cerca; que conceptos tan ambiguos, cuando la vida solo es una idea; conexión de células, corriente eléctrica, torrente de sangre que fluye, alimentando a seres de piedra que piensan.

Distancias; líneas vacías por recorrer, recuerdos de pasados imposibles.

Las hojas del calendario, van cayendo, marchitas como pétalos de mayo, lastradas con la pesada carga de la ausencia, se deslizan lentamente, por los caminos fríos de hierro que comunican nuestras almas.

Las palabras; de hielo, derretidas desaparecieron, dejando tus labios húmedos y fríos como las noches de enero.

Las tardes, duelen de sol, y son golpeadas por alas tristes de golondrinas viejas, que presienten su última primavera y abanican con rabia los tejados rojos, apurando la última copa del ocaso, borrachas de nostalgias, terminan llorando en la soledad de su nido muerto.

En los cerros resecos, verdean las chumberas, adornadas de amarillo serpentean el camino nuevo de la fortaleza dorada; donde según cuenta la leyenda, la mora cautiva soñaba y lloraba...

CUADERNO ROJO


La vida es un navegar sin rumbo, desplegando las velas blancas al viento salado de levante, mientras mi pupila se refleja en tus verdes, cual mar inmenso y tranquilo que duerme la siesta cálida de septiembre.

Sobre todo; si el crepúsculo incenciado está cayendo, como leves copos de nieve roja, cubriendo los campos marrones de La Mancha y ya no importase tanto, de qué puerto partimos aquél día, sino dónde hemos llegado, qué hemos vivido en nuestro viaje, cómo lo hemos vivido y junto a qué otros ojos hemos compartido los días. Como la mayor historia del individuo, que se aventura intrépido, en un mundo oculto por suaves tules de neblinas impenetrables, siempre acechado por monstruos indescriptibles, y que venciendo batalla tras batalla, logra retornar a la casa primordial, a pesar de los vientos desfavorables, las mareas ocultas, los temibles cíclopes y los dioses implacables. Vuelven entonces ante nuestros ojos, aquellas cosas imposibles que buscamos en vano por puertos lejanos, llegan al atardecer como los sueños, quizás ya tarde para nuestros cansados huesos.
La gaviota, remonta la brisa crucificada en el horizonte, cual ligera cometa, vuela unida con el invisible hilo de su mirada al vaiven del verde mar, cautiva de la bruma y de las espumas que rien.
El horizonte es una fina vela blanca que regresa de Tabarca, con su proa va señalándo el castillo de Santa Bárbara y a babor aún se escuchan los ecos temibles de los gritos de los piratas prestos para la rapiña.


martes, 6 de abril de 2010

RIBERA DE CUBAS


Por la "Ribera de Cubas" se arrastra una serpiente verde, que prisionera entre dos paredes de roca silba húmeda y reluciente. Las verticales murallas han sido horadadas por el agua de siglos, y por el pico afilado en manos curtidas con la espada y con la azada. Desde Valdeganga seguimos dirección a Jorquera y nos adentramos en un interminable laberinto de roca con un único pasillo, que se retuerce paralelo al Júcar. A la izquierda; muros blancos y rojos, carcomidos y salpicados de cientos de casas cuevas adosadas a la montaña, unas vencidas por el tiempo y abandonadas a la triste suerte de la ruina, otras restauradas y dedicadas al turismo rural. Huertos perfectos como tableros de ajedrez, dispuestos a jugar la partida de la tierra, el agua y el sol, se alinean espectantes con el objetivo final de una cosecha generosa. A la derecha, la serpiente verde, camina lenta pero impasible, retorciendose y buscando desesperadamente una salida que nunca llega. La tarde está gris y cientos de pájaros regresan a sus seguras guaridas en las zonas más altas de la roca, lanzando sus agudas llamadas al ocaso. Por segundos, el tiempo parece retroceder siglos y se escuchan los ecos de galopes, de tambores y hasta gritos llamando al combate y a la huída presta, al resguardo de las altas atalayas de Jorquera. Laberinto seguro siglos atrás, ahora permanece solitario y congelado, sigue verde y sigue fortificado; más las circunstancias que antaño le hicieron valioso, ahora se han vuelto cargas insoportables para los viejos pobladores que huyen buscando la seguridad de las ciudades y la compañía de familiares que antes marcharon huyendo de la claustrofóbia y de la azada.

viernes, 2 de abril de 2010

SEMANA SANTA EN ALBACETE


La Semana Santa de Albacete, siempre viene con esa inestabilidad del tiempo, que te lleva a sudar si te abrigas mucho, o a pasar un frío de perros, si es que optas por la simple chaqueta. Las noches son de estridentes tambores y agudas y afiladas cornetas, que anuncian las túnicas de terciopelo y los capirotes de miles de penitentes, las comidas familiares, son interminables y copiosas, llenas de sabores tradicionales; destacan el potaje de legumbres, patatas, verduras y rellenos de pan, la clásica tortilla de patatas con ajoatao, el bacalao, el moje y el arroz con caracoles (clásicos de Tobarra y Hellín), y los dulces como panecillos dulces, los rollos fritos o el arroz con miel. El largo puente deja las ciudades vacias, (sobre todo por las mañanas), la mayoría escapa a las playas de levante o a los pueblos con tradición procesional como Hellín, Tobarra, Chinchilla o El Bonillo. Los tambores suenan primero lejanos, entre las luces y sombras de la madrugada y luego poco a poco se van acercando al compás de los golpes secos del bastón de madera contra el asfalto, el crujir de las maderas viejas de los pasos, la campanilla del capataz, la siniestra y austera carraca, o el arrastre fantasmal de las cadenas de un penitente descalzo.

En Chinchilla, son las bozainas con sus graves y ancestrales sonidos las que dan paso a las oscuras túnicas y a los faroles. Cada esquina es un nuevo laberinto, las sombras y las luces, el olor a cera e incienso y los sonidos de cornetas y tambores, van configurando un espacio mágico, que culmina con máximo explendor cuando cruzan los pasos. En algún balcón de casa importante, una voz emocionada, grita al viento su canto triste en forma de saeta. Mientras, la gente en silencio espera el milagro y observa la cara de un cristo derrotado y abandonado a su destino.

lunes, 8 de febrero de 2010

¿En qué piensas?


A veces, no siempre, disfrutamos de los recuerdos, aquellos momentos que nunca se olvidan porque fueron únicos y fueron además felices. Recordamos un perfume, un rayo determinado de luz del sol, en un día que creemos que fue especial pero que fue uno de tantos. Tiempos pasados que vuelven a pasar por mi mente y se repiten como las olas de un mar interminable. Creemos que recordamos, más la mayoría de las veces es más un soñar con aquello que pasó o pudo pasar, una reminiscencia de lo ideal, de lo perfecto. Aquella mujer de ojos sin fondo, el aire denso de una ciudad dulzona e inmensa, la furia de un mar agitado y traicionero, el trago dulce y amargo de un pisco sauer en la Costa Verde, el Puente de los suspiros, las casonas de Barranco, el barrio de Miraflores y San Isidro, los cócteles en el Palacio de Gobierno, las tardes interminables en el Club de Golg, las ruidosas y crueles peleas de gallos, los gritos de los cambistas por las esquinas, las alocadas combis. Así recuerdo Lima, a veces a borbotones de imágenes, otras veces con detalles suaves y con el ritmo pausado de aquella tierra lejana y dulzona.

viernes, 15 de enero de 2010

LA ABUELA OLALLA


Cuando la abuela nos hablaba de su niñez, le brillaban los ojos, sus relatos eran apasionados y melancólicos; nos contaba los avatares de sus trabajos y penurias del día a día, (eran los duros años de la posguerra), pero siempre destacando con humor anécdotas curiosas. Ella y sus hermanos, vivieron una juventud bucólica en el campo, dentro de una familia sencilla y trabajadora. El bisabuelo Agustín Pérez; dedicó su vida a guardar una finca de caza, el sueldo era justo, pero nunca faltaba nada en la casa; junto a la humilde vivienda, cultivaban un pequeño huerto, además, él cazaba como nadie y nunca faltaba en la cocina un conejo que despellejar o una perdiz que desplumar, la bisabuela con la ayuda de sus hijos, criaba cerdos y gallinas, con ello se cubrían las necesidades más básicas de la numerosa familia.
Agustín tenía una presencia seria y serena, sus palabras siempre oportunas, eran graves y contundentes, consecuencia del sentido común, y fluían del manantial de la experiencia con una elocuencia admirable. En el pueblo, todos le respetaban y le querían.
La abuela Olalla, se casó joven, como toda chica bien agraciada de su tiempo, era alta y delgada, cara proporcionada y de belleza serena, peinada con el pelo recogido en la nuca con un pequeño moño, vamos un pibón de su época. Siempre prudente y con una elegancia innata en todos sus actos. Mi abuela nos crió a mí y a mis hermanos, mientras que mis padres, obligados por las circunstancias, se lanzaron a la aventura, yéndose como emigrantes a la próspera Europa de los años setenta.
Ella, murió discretamente una tarde gris, como había vivido, consumió su vida tratando de sobrevivir, siempre manteniendo la esperanza de tiempos mejores que nunca llegó a ver. Han pasado los años, demasiados y sigo recordando a mi abuela Olalla, es más, cada vez que visito su tumba recuerdo sus palabras tranquilas y puedo percibir su discreción, su elegancia y su alegría por las cosas pequeñas, aquellas que verdaderamente siempre se recuerdan.